La última Batalla by C. S. Lewis

La última Batalla by C. S. Lewis

autor:C. S. Lewis
La lengua: es
Format: mobi
Tags: Infantil, Fantasía
publicado: 2011-01-19T23:00:00+00:00


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¿QUIEN ENTRARA AL ESTABLO?

Jill sintió que algo le hacía cosquillas en la oreja. Era Alhaja, el Unicornio, susurrándole algo con el amplio susurro de un hocico de caballo. Apenas oyó lo que decía, ella asintió con la cabeza y volvió en punta de pies hasta el lugar donde se encontraba Cándido. Rápidamente y sin hacer ruido cortó las últimas cuerdas que ataban a él la piel de león. ¡No sería nada de bueno para él que lo cogieran con eso puesto, después de lo que había dicho el Mono! Le habría gustado poder esconder la piel en algún lugar lejano, pero era demasiado pesada. Lo mejor que pudo hacer fue enviarla de un puntapié en medio de los arbustos más espesos.

Luego hizo señas a Cándido para que la siguiera y juntos se reunieron con los demás.

El Mono estaba hablando nuevamente.

–Y después de una cosa tan horrible, Aslan…, Tashlan… está más enojado que nunca. Dice que ha sido demasiado bondadoso con ustedes, ¡saliendo cada noche para que lo miren, habráse visto! Y bien, no volverá a salir nunca más.

Berridos, maullidos, chillidos y gruñidos fueron la respuesta de los Animales a estas palabras, pero repentinamente una voz muy diferente rompió en una pesada carcajada. – ¡Qué cosas dice el monicaco ese! – gritó alguien-. Sabemos por qué no va a traer a su precioso Aslan para afuera. Yo les diré por qué: porque no lo tiene.

Nunca tuvo más que un viejo burro con una piel de león en el lomo. Ahora ha perdido eso y no sabe qué hacer.

Tirian no alcanzaba a ver claramente las caras que estaban al otro lado del fuego, pero supuso que sería Griffle, el Enano jefe. Y tuvo la plena certeza cuando, un segundo más tarde, las voces de todos los Enanos se le unían, cantando: -¡No sabe qué hacer! ¡No sabe qué hacer! ¡No sabe qué hacer-e-e-er! – ¡Silencio! – tronó Rishda Tarkaan-. ¡Silencio, hijos del barro! Escúchenme todos los demás narnianos, o si no ordenaré a mis guerreros que caigan sobre ustedes con el filo de sus espadas. El señor Truco ya les ha dicho lo de aquel perverso Asno. ¿Piensan por su culpa que no hay un verdadero Tashlan en el Establo? ¿Lo creen así? Tengan cuidado, tengan cuidado.

–No, no -gritó la mayoría de la muchedumbre. Pero los Enanos dijeron:

–Tienes razón, Negrito, diste en el clavo. Ea, Monicaco, muéstranos lo que hay en el Establo; ver para creer.

Cuando por fin hubo un momento de silencio, el Mono dijo:

–Ustedes Enanos se creen muy inteligentes, ¿no es cierto? Pero no vayan tan de prisa. Yo jamás dije que no podían ver a Tashlan. El que quiera puede verlo.

Toda la asamblea guardó silencio. Luego, al cabo de casi un minuto, el Oso comenzó a decir, con una lenta, perpleja voz:

–Yo no entiendo muy bien todo esto -se quejó-, pensé que habías dicho… – ¡Pensaste! – repitió el Mono-. Como si alguien pudiera llamar pensar a eso que pasa por tu cabeza. Escúchenme los demás. Cualquiera puede ver a Tashlan.



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